El paisanito de moño blanco

Uno de los médicos recordaba a un paciente muy especial que arribó al Hospital San José en junio de 1936. Era un paisanito que había llegado del interior de la provincia de Río Negro con una enfermedad muy avanzada. Además de atenderlo por su enfermedad, Zatti lo preparó para la Primera Comunión. Le compró un moño blanco y a los pocos días lo acompañó a la Catedral donde el paisanito recibió por primera vez a Jesús en la Eucaristía. Pero esa misma noche se sintió mal, tanto que cuando Zatti fue a verlo junto a su cama le dijo sin vueltas: 

“¡Me muero, Don Zatti!”.

El enfermero santo, que se tuteaba con la muerte, le dijo serenamente: 

“Bueno, si te querés morir, primero hacé la señal de la cruz, ahora juntá las manos y después, contento y feliz, te vas al cielo así, sonriendo, sonriendo…”.

El chico fue siguiendo paso a paso lo que Don Zatti le decía y encontró la muerte con una sonrisa en sus labios. El doctor Quaranta, que le contó esta historia al padre Entraigas cuando estaba escribiendo El pariente de todos los pobres, fue testigo de esa sonrisa de paz.