Los títeres de Brentana

Entre los equipajes que José María Brentana trajo desde Italia, estaban sus títeres, que lo harían célebre entre los chicos en América. El papá le había hecho las cabezas en madera y su tío había aportado también un “garrote justiciero”. Primero en Uruguay y luego en Bahía Blanca, en Cipolletti y Neuquén, el espectáculo de títeres de Brentana fue la gran diversión de los chicos en tiempos en que no existían el  cine ni la televisión ni había teatro para ellos. Brentana fue armando diversos escenarios y llegó a tener hasta veinte personajes. Solo uno, Bertoldo, era exclusivamente suyo. Para los demás contaba con colaboradores grandes y chicos que se peleaban por ser sus asistentes en escena. Bertoldo era el más cabezón de los títeres y el que llevaba la representación a su esperado punto culminante cuando  aparecía en escena el garrote “Pagadeudas” con el que impartía justicia, dejaba el tendal entre sus oponentes y despertaba la carcajada general en el público.

Una conocida anécdota de los años de Brentana en Bahía Blanca recuerda que en la noche después de la inauguración de la iglesia de La Piedad, que contó con presencias notables y numerosas, se escucharon risas que sobresaltaron de madrugada al padre Borghino. Cuando este se levantó enojado y se dirigió al lugar de donde provenían las risas, se dio cuenta justo a tiempo de que los que festejaban felices la función exclusiva eran nada menos que el Arzobispo de Buenos Aires y su comitiva, para quienes el joven salesiano había organizado una original actuación en trasnoche.

Según contaban en aquellos tiempos, la variedad de personajes y la cantidad de funciones que representaba Brentana para los niños le habían arruinado tempranamente la voz.