Todos sabían que lo

que recibía iba directamente

a los enfermos

En Viedma pude entrevistar al farmacéutico Héctor Guidi. Su padre, Atilio, fue el primer farmacéutico diplomado de la ciudad, hijo de italianos de la Romaña, que a fines del siglo XIX llegaron en barco a instalarse en la comarca. Todavía recuerda de pequeño haber visto más de una vez a Zatti. Me cuenta que el enfermero llegaba con su bicicleta a visitar a su padre en la farmacia. Junto a la entrada había un gran sillón donde algunos se sentaban a charlar un rato con el farmacéutico, pero Zatti no se sentaba porque siempre andaba apurado. Cuando le pregunté a qué iba, sonrió y me dijo: 

“¿A qué iba a venir? ¡A manguear!”. Pero enseguida después agregó, como disculpando al santo varón: 

“¿Quién iba a decirle algo? Todos en Viedma hablaban bien de Zatti. Y él siempre necesitaba algo de la farmacia. Todos sabían que lo que recibía iba directamente a los enfermos”.