¿Son reales las frases de Zatti?

 

“Buenos días, ¿respiran todos?”, solía decir Don Zatti al ingresar al pabellón de los enfermos.

01.

Amar con humor

02.

Atento a la necesidad

03.

Frente a la adversidad

04.

Zatti y Ceferino

05.

Zatti crea comunidad

Artémides Zatti muere en 1951. Tan sólo tres años después se publica su biografía más reconocida. La escribió el padre Raúl Entraigas, salesiano y testigo de muchas anécdotas que se cuentan en ese libro: El pariente de todos los pobres.

Entraigas no sólo fue un buen escritor y biógrafo, sino también una reconocida personalidad en el entorno cultural de su tiempo. Este texto fue la base fundamental del guión del cortometraje Zatti, hermano nuestro.

Allí encontramos a Zatti con algunas frases ocurrentes. Algunas suenan como bromas y no dejan de ser chistosas, otras hoy quizás suenan muy “piadosas” o poco actuales, y no estamos acostumbrados a oírlas.

Estas son algunas de esas frases y anécdotas extraídas del texto de Entraigas:

Al despertar a los enfermos en los pabellones, era característico su saludo: “Buenos días. Vivan Jesús, José y María…”. Y enseguida preguntaba: “¿Respiran todos?”. Los viejos se removían en el lecho y contestaban a coro: “Todos, Don Zatti”. “Deo gratias”, decía él alegremente y comenzaba a recorrer cama por cama para ver lo que cada cual necesitaba.

Una noche de invierno, fría y ventosa, fue a llevar un remedio a una señora. Cuando llegó le dijeron: “Pero, Don Zatti, ¡con esta noche…!”. “Y… no tengo otra”, dijo él con su buen humor.

Sobre todo a los enfermos, para acercarlos a Dios, les hablaba a su modo. Así una vez les dijo: “Hay que acercarse al fogón, muchachos”. Todos pararon la oreja. Se imaginaban que Zatti los estaba invitando a tomar mate o a comer un churrasco. Y él entonces les explicó que hay que acercarse a Dios que es Vida, Fuerza y Luz.

“Vamos a tener que meterle fierro nomas”, les decía cuando había que operar.

A una chica que siempre andaba a fuerza de vitaminas, le dijo una vez: “Mirá, a esta señora la llamamos Catalina de Sánchez, a vos te llamaremos Vitamina de Caldo”.

Un campesino buscaba expresar su gratitud hacia Zatti, pero no sabía cómo hacerlo. Hasta que rompió a hablar más o menos así: “Muchas gracias, Don Zatti, por todo. Me despido de usted y dele muchos recuerdos a su esposa, aunque no tengo el gusto de conocerla…”. “Ni yo tampoco”, le contestó Zatti, riendo de buena gana.

“Don Zatti —le dijeron una vez algunos realmente agradecidos por su caridad—, a usted habría que levantarle un monumento”. “Vean, es mejor que me lo den en efectivo, para algodones, gasa y alcohol”, les contesto con toda sencillez.

Un día iba andando tranquilo sobre su bicicleta, mientras la lluvia caía sin cesar. Un médico que lo alcanzó, le dijo: “¡Vamos, muévase un poco!” “¿Para qué?” “Y… ¡para no mojarse!” “¿Y usted cree que el agua de más adelante no moja?”

Cuando decía al dirigirse a la encargada de la ropería “A ver: una muda de ropa para Nuestro Señor…” es porque él veía a Cristo en sus pobres enfermos. Zatti pedía lo mejor para sus asilados. “A Nuestro Señor hay que darle lo mejor”, solía repetir Cuando un niñito pobre del campo necesitaba un trajecito para hacer su primera comunión, Artémides lo pedía siempre en esa forma: “Un trajecito para Nuestro Señor”.

Uno de los médicos, al ver que Zatti recibía de primera intención un enfermo que en otro hospital hubieran desechado, le dijo: “Usted siempre lo peor” “Para mí es lo mejor”, contestó el “pariente de todos los pobres”.

Una vez, al echar alcohol sobre una llaga muy dolorosa que una señora tenía en la pierna, la enferma, cerrando los dientes, le dijo: “¡Ay! ¡Don Zatti, por el amor de Dios …!” “Señora, yo todo lo hago por el amor de Dios…”, expresó él.

 

 

La fraseología de una persona responde también a una época. Lo importante que podemos descubrir sobre Zatti al respecto es lo siguiente:

Zatti es una persona de muy buen humor: su capacidad empática era asombrosa. No lo descontrolaba ni la indiferencia de los otros, ni los tratos bruscos o airados de gente nerviosa. Él siempre sonreía. Lo afectaba, sí, el dolor de los enfermos. Entonces recurría a su creatividad y compasión, con chistes o frases ocurrentes para animarlos.

Zatti es un hombre de Dios: “de lo que abunda el corazón, habla la boca”, se suele decir. En Zatti, la presencia de Dios no es un adorno. Su encuentro con Jesús es real, concreto, hecho de oración simple, visible en lo cotidiano, con sus necesidades y urgencias. Porque hacer el bien es urgente, y hacerlo por Dios es necesario para ser santos.

Zatti es el hombre de la caridad: nadie dudaba de la fuerza de sus acciones. Lo siguió en vida cuanto pobre estuviera en la zona, tanto de Viedma como de Carmen de Patagones o Fortín Mercedes y demás ciudades y pueblos. Su caridad era expansiva. Hacer el bien a los demás era su preocupación de cada día. Los pobres, sus parientes, no dejaron de testimoniarlo ocupando varias cuadras cercanas al hospital durante su sepelio.