Aug 24, 2022
Poner el cuerpo y en cuerpo el Evangelio

Por Hugo Vera, salesiano hermano (Argentina)

Conferencia realizada durante el Congreso Internacional de María Auxiliadora 2019 (Buenos Aires)

Con mi intervención quisiera proponer un ejercicio contemplativo y orante de la figura de nuestro hermano Artémides a través de un ícono que quiere develar sus rasgos de santidad encarnada/acuerpada.

Creo que, por diversos motivos, en la espiritualidad cristiana el cuerpo ha tenido una prensa muchas veces contraria. No es difícil encontrar en la historia caminos espirituales que promovían la sumisión, cuando no el abandono, de la condición corporal con la que estamos vivos. Sin embargo, y este quiere ser un primer llamado a nuestra comprometida búsqueda de una espiritualidad salesiana y juvenil para estos tiempos, el misterio central en el que se funda nuestra fe en Jesús y su Reino nos recuerda que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14), “nacido de mujer” (Gal 4, 4). 

De aquí que considero que no es posible pensar o proponer la contemplación de una espiritualidad que “no ponga el cuerpo” a disposición de la obra que Dios hace en nosotros. Tampoco puede admitirse, creo, una vida espiritual que no haga como Jesús: “ponga en cuerpo” las palabras, las actitudes y las acciones a las que compromete seguir el camino de su Evangelio.

Este es el caso, si se me permite, que creo descubrir en la vida de nuestro querido salesiano hermano, el beato Artémides Zatti, el enfermero santo de la Patagonia, pariente de todos los pobres. Quiero invitarlos a entrar en el misterio de su santidad fuertemente encarnada, aprendida en la alegría de la buena noticia revelada en la carne sufriente de tantas y tantos, especialmente niños, jóvenes y pobres, que encontraron un alivio en su “cuerpo entregado” al servicio solícito, comprometido y hasta temerario de la salud de los últimos.

Asomémonos, entonces, a la ventana luminosa de este ícono de Zatti, hermano nuestro.

En el centro del ícono se halla la figura del beato Artémides Zatti contemplado en su actitud evangélica de “buen samaritano” a favor de los pobres y enfermos de la Patagonia. El hermano Zatti está inclinado sobre un doliente, “abajado al dolor”, brindándole consuelo y socorro. Algunas características de lo que su figura corporal nos expresa: 

Postura: con una rodilla apoyada en el suelo y otra que hace las veces de respaldo al enfermo, muestra una doble acción que recuerda al buen pastor, levanta y apoya. Todo el cuerpo está en inclinación que muestra solicitud a la vez que reverente veneración por el desvalido. A la vez, la otra rodilla está en actitud de reverencia, de adoración y también de gesto servicial del Señor Jesús que saborea la dignidad de ser servidor.

Rostro: el semblante se presenta sereno, apacible, con la alegría del Evangelio reflejada en la característica sonrisa serena de Zatti. Los ojos están dirigidos hacia el enfermo, pero a la vez están puestos en otras realidades, contemplan el misterio de Cristo en el enfermo sin quedarse en la humanidad. Rompen el velo (éxtasis de la acción, típico de la espiritualidad salesiana).

Manos: acompañan el gesto de las piernas. La izquierda, con claros rasgos femeninos, porta un Rosario y hace visible la dimensión mariana de la acción del Beato. No es él el que socorre, es la Auxiliadora, la Virgen de Don Bosco. Esto lo había entendido muy claramente cuando prometió a María que si sanaba de su tuberculosis se entregaría con todas sus fuerzas a la causa de los enfermos del Hospital San José, como le sugiriera el P. Garrone. De aquí que esa mano sea la que levanta las piernas del enfermo. La otra, la derecha, está apoyada sobre la cabeza del necesitado, en actitud paternal de consuelo, dando fortaleza, cubriendo todo el cráneo. Los rasgos masculinos muestran cariño a la vez que reciedumbre.

Colores: el pantalón y la corbata de Zatti son azules, símbolo de la humanidad en los íconos. La camisa “celeste” quiere mostrar el camino de espiritualización del Beato, que no deja de pasar por lo humano (azul) aunque esté aclarado por la presencia del Evangelio en su corazón (cuello y pecho ). Artémides está “revestido de Cristo”, su guardapolvo deja de ser una indumentaria sanitaria para dar paso al recuerdo de la vestidura blanca del Bautismo, del que la profesión religiosa es una más íntima expresión vital. Por ello es blanco, símbolo de la divinidad. También la venda que Zatti ha colocado en el brazo del enfermo es blanca: además de la salud, le ofrece la salvación en Cristo.

Aureola: Zatti lleva la aureola de los glorificados, de color dorado, pero en ella se halla inscripto el motivo de está beatitud: su parentesco con todos los pobres, predilectos del Señor. Esta es su corona y su gloria: el servicio a los más necesitados por amor a Jesús. 

Respecto de la imagen del enfermo podemos apreciar: 

Rasgos: se percibe claramente que el enfermo es un joven mapuche, con lo que se quiere hacer visible el amor de Zatti por la Patagonia, su predilección por los jóvenes abandonados, típica del carisma salesiano y su prolongación de la acción misionera soñada por Don Bosco. 

Estigmas: el enfermo tiene los estigmas, es Cristo mismo, para recordar que el Beato contemplaba y proclamaba la presencia de Jesús en los pobres y necesitados. Baste recordar aquella célebre frase suya a una Hija de María Auxiliadora: “Hermana, necesito una ropa para este Jesús de… años”.

Color: los vestidos del enfermo hacen visible el misterio de la pasión, De aquí sus tonalidades rojas, La Pasión del Señor se continúa en sus miembros sufrientes y Zatti es consciente de esto.

En cuanto a la composición general de los elementos en el ícono podemos agregar: 

La imagen de Don Zatti con el enfermo en sus manos ocupan el eje vertical de la composición, En complemento horizontal, para describir una especie de cruz, se hallan: a la derecha la fachada del antiguo hospital San José de Viedma que debió ser demolido, lo que causó tanto dolor al Beato. Además está la bicicleta que fuera el vehículo de sus esfuerzos en el servicio a los pobres y enfermos, Del lado izquierdo, formando el otro brazo de la cruz, está el nombre del Beato. 

Don Zatti y el enfermo mapuche están sobre un suelo verde que simboliza la fecundidad del ministerio emprendido por el hermano enfermero santo de la Patagonia.

Esperamos que todos aquellos que contemplen este ícono, puedan mirar más allá, con los ojos de la fe, la acción de Dios en los que se dejan moldear por el cincel del Evangelio y se sientan atraídos a imitar al hermano Artémides y a solicitar su intercesión bondadosa ante el Señor de la Vida.

La santidad, la bienaventuranza, la luminosidad espiritual de nuestro hermano enfermero santo pasa por ser una mediación concreta para que el Cuerpo del Señor Jesús, entregado en la cruz, se manifestara en su presencia corporal, samaritana, medicinal al servicio curativo de tantos cuerpos dolientes y vulnerados en los que supo ver, como solía repetir, “a Jesús” para quien siempre hay que “dar lo mejor”.